Lo importante es un té, es el sol, es la lluvia, una película, pasear por callejuelas hasta el palau
No han sido los mejores meses, ni el mejor comienzo de año. De hecho, me ha tocado vivir por segunda vez, con protagonista diferente, una historia que nadie tendría que vivir nunca, ni una sola sola vez. Pero me ha tocado, ya está, las cosas son como vienen, y se sobrevive, a todo se sobrevive. No escribo ahora para llorar penas, al contrario, durante este tiempo que no ha sido el mejor, han sucedido también cosas maravillosas, personas que con pequeños gestos, incluso sin darse cuenta, han tejido la red que me ha mantenido en pie.
# «Haz lo que quieras, no nos consultes, lo primero es lo primero» fue la consigna que me dieron mis jefes en el trabajo y no han reclamado ni una sola de mis ausencias, ni de mis idas y venidas. Ha sido un balón de oxígeno que te hace creer en frases como «flexibilidad» o «lo más importante son las personas», tan devaluadas muchas veces, y tan valiosas en realidad.
# Una mañana, alguien me envió un ramo de flores a la oficina. Todos se preguntaban por el misterioso admirador (o admiradora) que habría detrás, me enviaron mails y lo publicaron en Twitter con la esperanza de que les preguntara que abrieran la tarjeta. Al final la abrí yo horas más tarde y resultó ser de una amiga de Madrid con la que había hablado la noche anterior. «Espero que las flores te animen», decía. Ese día, realmente, fue un día alegre. Otro día alegre también fue mi cumpleaños; en la oficina me esperaba una sorpresa: trabajé rodeada de globos pegados a la pantalla y una compañera me compró muchos alfajores.
# He sido acogida en varias casas, con la excusa de la cercanía, para no pasar sola todas las noches. He dormido en un sofá en el que cabíamos un gato, un perro y yo. He descubierto que en Lleida hay muchas formas de decir «muy pequeño». He probado la batamanta y comido patatas Pringles. He leído en primicia los argumentos y desarrollo de los personajes de lo que serán dos fantásticas novelas. He visto entre dos mujeres estupendas un capítulo de Infidels. He asistido a la increíble noticia de un viaje poético a Finlandia.
# He descubierto una ciudad nueva de parques, carreteras y callejuelas, en un paseo que jamás había hecho y que creía que no se podía hacer en una ciudad así. Gracias a un amigo que tiene muy claro lo que es importante atravesé muchas ciudades en una sola tarde. Barcelona también será siempre ese paseo.
# He tenido coches y chóferes varias (todas chicas) a mi disposición. He descubierto que hay alguien más que piensa que una boca de agua puede ser un personaje en medio de la calle.
# No me han faltado personas al otro lado del teléfono, en el sur, en el norte, en el centro. Conversaciones profundas o distraídas cuando hacía falta.
# He sido encontrada por un autor que buscaba editora y al que publicaré algún día, estoy segura. He sido invitada a dar una conferencia junto con una escritora de renombre. He conocido a un bibliotecario jugador de ajedrez a quien no quiero perder la pista.
# Una desconocida me dio un abrazo justo antes de marcharse a Argentina. Ahora ya no somos desconocidas.
# He visto cómo el documental de una amiga crecía y crecía hasta convertirse en un tema del que todo el mundo hablaba.
# Casi alquilo un piso sólo por la mirilla y por la increíble casualidad de estar comiendo en la misma calle a la misma tardísima hora en la que alguien cogía el teléfono para decirme que pensaba que ese piso era para mí. Me reencontrado después de mucho tiempo con una gran conversadora, tan gaiteana como yo, con quien el tiempo se pasa volando entre palabras, retahílas y casualidades.
# Quiero apostar por una idea, he movido hilos y he encontrado a alguien tan loco como yo para apuntarse a un bombardeo. He descubierto la comunicación en 140 caracteres. He puesto cara a un madrileño tirando a gruñón que me ha encantado.
Y al final de todo (el principio y regreso, en realidad, porque el camino comienza ahora), he comprado un cuadro con mi guapa, el primer cuadro conjunto para la casa.
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