Hola Mundo

(escrito en septiembre de 2006)

Yo hace dos años era poco menos que una lesbiana ingenua y (no tan feliz) casi casi en fase 1 (salvo un par de “encontronazos” previos con mujeres imposibles). Ni era activista (ni se me pasaba por la cabeza serlo), ni salía por el ambiente (como soy de una timidez irreductible, me asustaba un poco-mucho), ni había pisado nunca una asociación, ni me sonaban las siglas LGTB, ni tenía amigas lesbianas (aunque una de mis mujeres imposibles sí conocía a un grupito), ni sabía de la existencia de Berkana, ni mucho menos me atrevía a entrar en Antinous, la única librería de cuya existencia sí sabía (un amigo gay me había informado). Estaba en la fase esa en la que te tienes que “armar de valor” para entrar en una librería, para acudir a un festival de cine gay o para ir a un recital de una poeta lesbiana.

Mi único acercamiento al mundo lésbico, de hecho, había sido comprar un libro de poemas en Soria y acudir a un recital de la autora en Bcn, tras el que le pedí permiso para publicar en mi revista uno de sus poemas. Tiempo después vi que daba otro recital en un bar de ambiente y que en ese acto se presentaría una nueva editorial. Estuve a punto de no ir, por cierto cabreo previo con el concepto “de mujeres”, y porque la amiga con la que iba a ir me había dado plantón, y porque yo estaba en casa de unos amigos tomando café y llegaba ya tarde, pero al final decidí ir. Si no hubiera ido, probablemente el libro no existiría ahora. Después de eso, pasó otro mucho tiempo sin saber de la editorial, pero al menos ya nos conocíamos, y ellas sabían quién era yo (la de la revista literaria).

Seguí haciendo mi vida “hetero”, me despedí de mi “ella” imposible, encontré a una mujer increíble (entonces lo era) en el lugar menos esperado, descubrí que todavía podía sentir muchas cosas que ya creía que no, abrí puertas que llevaban años cerradas, escribí muchas palabras en respuesta a unos folios amarillos, y me dejé atrapar por una historia literaria que prometía convertirse en un final feliz, real y palpable. Fue entonces cuando creé mi primer blog, ese blog tan familiar que ahora echo de menos, con sus cuatro comentaristas, cuatro interlocutores excepcionales que me convirtieron en mejor escritora de lo que fui nunca. Una personita sabia me regaló un gel de los abrazos que no tiene precio. Conocí en persona a unas cuantas lesbianas y descubrí que no me daban miedo (porque sí, tengo que confesar que hubo una época en las que “las lesbianas”, así en genérico, esas grandes desconocidas, producían en mí una extraña sensación de atracción y miedo).

Se me ocurrió que hacer un libro basado en los blogs para que las lesbianas dejáramos de ser unas grandes desconocidas, podría ser una buena idea. Se me ocurrió que un libro así, ameno, positivo, con historias cotidianas, podría ser un referente tanto para lesbianas en fase 1 (de donde acababa de salir yo), como para lesbianas que hubieran pasado por todas las fases, o que si la selección de textos era buena, podría interesar a cualquiera, independientemente de su género y condición sexual. Además, publicar los textos de Paola Vaggio, o los posts de Top, por ejemplo, era algo que veía necesario. Me acordé de aquella editorial que había conocido una vez, les comenté la idea y me puse en marcha.

Y el libro lo cambió todo. Casi recién salida de fase 1, yo estaba de repente invitada a una mesa redonda sobre blogs y lesbianas. O estaba reconociéndome públicamente como lesbiana en una entrevista. Mi nombre aparece en la portada de un libro que se vende en esas librerías a las que yo hace un año apenas me atrevía a entrar. En mitad de este vértigo, conocí a una mujer estupenda, con quien yo no sabía lo que iba a pasar, y a quien besaba pensando todavía con cierto asombro “la beso porque la quiero”. Asombroso y maravilloso. Le di más abrazos y besos de los que he dado en toda mi vida. Lo hacía asombrada, porque yo hasta entonces había sido una “mutilada sentimental” (que diría un amigo mío) incapaz de exteriorizar con gestos cualquier tipo de sentimiento. Yo antes no lloraba, no reía, no abrazaba…

En fin, todo eso ha pasado en dos años (quizás menos) y en dos semanas han pasado también muchas cosas que aquí no relato. Me siento ahora en mi galería de Soria, de vuelta en mi mundo solitario y pequeñito, y aquí no soy la supereditora segura de sí misma (que nunca fui en realidad), aquí me quito trajes y máscaras, e intento empezar de nuevo, con nuevas cicatrices, viejos miedos, un tanto más de soledad y un mucho más de vida. No seré débil haciéndome la fuerte, ni me agarraré a mi debilidad escapando de todo. Como dice cualquier primer post de wordpress: Hola mundo.

Last updated