Los objetos y los fantasmas

«Entonces los platos eran transparentes y de color marrón.» Lo leo en el blog de Paola Vaggio. Ella habla (como siempre, de forma magistral) de las cosas y personas que desaparecen y se llevan nuestra infancia. Antes de leerla no se me había ocurrido pensar que los platos transparentes y de color marrón ya no existen. Mi madre conserva una vajilla completa de este tipo en el pueblo, que precisamente es la que usamos cuando vamos allí. Este diciembre yo comía chocolate y pan tostado sobre la lumbre en uno de estos platos, detenida en el tiempo.

Abajo, en la parte de la casa sin arreglar, en el cuarto que mi padre llama «bodega» solo porque es allí donde guarda sin demasiado orden sus «experimentos» a los que llama «vino» o «pacharán» pero a los que nosotros llamamos «vinagre» o «anís con cosas», ahora se amontonan sobre una mesa platos, tazas, vasos, cubiertos y otros enseres de cocina que pertenecieron a mi abuela. Su casa ya se ha vendido, y ha habido que desnudarla de sus cosas. Muchas se han tirado, porque fuera de su lugar ya no tenían sentido. Las otras se agrupan en bolsas a la espera de su destino final. Las vi cuando bajé el primer día a por leña. Estaban en penumbra, porque la bombilla seguía sin funcionar. Eran como un fantasma cansado y con mucho polvo.

Me sorprendió que mi madre, tan práctica como es ella, tan poco apegada a las nostalgias, hubiera guardado todo aquello. Una vez le pregunté si no le daba pena que hubieran derribado la iglesia en la que se casó, y su respuesta fue «¿por qué me va a dar pena? anda que no pueden construir pisos majos ahí». Otra vez le comenté que me gustaba limpiar la tumba de la abuela con ella como señal de respeto a los antepasados y me dijo «se limpia porque se ensucia». Así que era muy raro descubrir que había abierto la puerta a ese fantasma de objetos viejos y pasados.

No le he preguntado todavía por qué las guarda, qué piensa hacer con ellas. Ahora que leo a Paola, me pregunto cuándo desaparecerán esos platos marrones de mi historia, si empezará a pasar el tiempo por ellos o seguirán detenidos en el limbo de las cosas que regresan inalterables todas las semanas santas, todos los veranos. Los imagino algún día convertidos también en interrogante, con un pie en la nostalgia y otro ya desapareciendo.

Siempre he creído demasiado en la memoria de los objetos.

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