Entre dos mundos
A veces me siento entre dos mundos. Hoy me he puesto a mirar fotos y algún vídeo del fin de semana que vinieron a Casa Tía Julia las chicas de Blogirls 2.0 para preparar su número «La vuelta al origen» y no he podido dejar de pensar que esa Nuria que se ve ahí, la que enseña el horno, el lavadero, el huerto… es mucho más yo que esta Nuria que escribe ahora en una pantalla.
Pienso muchas veces en mi madre, en mi abuela, en mis tías abuelas, en mi tía Julia… en las mujeres que me precedieron y son parte de mí. A pesar de que yo no sería capaz de hacer ni una sola de las cosas que ellas saben, me siento muy cercana a ellas, probablemente porque sí hay una habilidad que compartimos, y es la capacidad para contar historias.
Sin embargo, yo me paso el día delante de un ordenador y mi trabajo nada tiene que ver con la memoria o las palabras. Me muevo como pez en el agua entre emails, gestores de tareas, aplicaciones web, lenguajes y códigos incomprensibles para mis generaciones anteriores. Todo lo que yo soy ahora no existía cuando era pequeña. Era un futuro que ni siquiera se podía imaginar, o no al menos desde mi pueblo de 20 habitantes en invierno, al que no llegaban las líneas telefónicas individuales y cuya única comunicación con el exterior -coches aparte- era la cabina telefónica que la Ester tenía integrada dentro de su casa, al fondo del pasillo de entrada.
He vivido un mundo en el que cuando alguien te llamaba al pueblo venía la Ester o luego (cuando ella jubiló la cabina) alguna de las del bar a darte un recado y le dabas 5 duros (25 ptas) por la molestias. La persona que te llamaba, por supuesto, esperaba pacientemente al otro lado de la línea, mientras iban a buscarte a casa y llegabas a coger la llamada. No siempre te encontraban, además, podría ser que hubiera que ir a buscarte al corral, o a casa de tu abuela, o que simplemente cogieran el recado de «te ha llamado fulanita y dice tal y tal».
Y vivo ahora el mundo de la respuesta inmediata, las redes sociales, la retransmisión de la vida casi en directo y pienso que no soy tan mayor (cumplo 41 años dentro de 2 días) pero la vida, sin darnos cuenta, se nos ha acelerado de una manera que no podíamos prever.
Habito el futuro de la niña que trasteaba con un manual de BASIC en un Amstrad 464 al mismo tiempo que mis recuerdos son el granero de mi abuela, masticar trigo en el campo o pasear entre girasoles.
A veces me veo delante de la pantalla y las líneas de código son como un espejo al revés. Me veo en ellas y me pregunto cómo he llegado yo aquí. Y acabo pensando en ajos y bases de datos. No sé cómo aprendí a gestionar bases de datos, de igual manera que no sé cómo aprendí a pelar ajos.
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